viernes, 11 de marzo de 2022

OPCIÓN #3: agentes generadores de ideas para el cambio - #Aprende diversidad / #Aprendizaje INAP

 

María se había sacado sus oposiciones de Administrativa y estaba bastante contenta, porque anteriormente había estado trabajando en la empresa privada y lo había pasado regular. Había tenido épocas buenas y otras no tanto, pero en general no tenía muchas posibilidades de conciliar, ni de ascender a puestos de responsabilidad, y le constaba que había compañeros suyos que ganaban más que ella aunque desempeñaran el mismo trabajo. A todo esto había que sumarle que sabía que su esfuerzo, que cada vez se le exigía que fuera mayor, servía simplemente para enriquecer al dueño de la empresa. Ahora, desde el ámbito público pensaba que todo era muy distinto. Todas esas cosas que había visto en la empresa privada no se veían en lo público. Pero, y siempre hay un pero, de repente pasaron algunas cosas que le hicieron cambiar de opinión…

María llevaba una temporada encadenando una baja tras otra, y su jefe ya estaba un poco “mosqueado” con el asunto. Finalmente, tras muchas vueltas y tras ver a muchos médicos, le diagnosticaron fibromialgia, esa enfermedad que suele afectar a más mujeres que a hombres y que resulta difícil de entender, porque, ¿Cómo es posible que un día no seas capaz ni de levantarte de la cama, porque te duele todo el cuerpo? ¿Quién entiende que el más mínimo esfuerzo suponga un mundo?

María tuvo una crisis larga de fibromialgia y tuvo que avisar a su jefe de que no podría ir a trabajar. Cuando habló con él no encontró mucha comprensión. Le constaba que varias personas de su departamento opinaban que lo que tenía era más bien “cuento”, porque, ¿Cómo se demuestra una enfermedad invisible?

Estando en casa sin poderse mover la llamó su madre, para saber cómo estaba, y para pedirle ayuda porque tenía que presentar la declaración de la renta por Internet y no era capaz. De hecho, su madre ni siquiera tenía ordenador. La pobre estaba indignada porque ya no era posible presentarla de forma presencial. Y tenía problemas parecidos con el banco, que para hacer muchos trámites se necesitaba instalar una aplicación en el teléfono, y ella ni siquiera tenía un teléfono “de ésos nuevos, de la pantallita”.

También la llamó su amigo Juan, para preguntar por ella, y ya le estuvo contando que acababa de pasar una odisea, precisamente por culpa de un trámite telemático con la Administración para la que trabajaba María. Juan era daltónico, y tenía que rellenar en línea un formulario que tenía unos códigos de colores que él no pudo distinguir, y al no encontrar forma de subsanarlo, como estaba preocupado, se acercó a la sede de la Administración para ver si podía solucionar el asunto en persona. Juan se había lesionado un tobillo haciendo deporte, pero, no obstante se plantó allí con sus muletas y todo y estuvo dando vueltas de un despacho a otro, pasándolo fatal porque dos de los ascensores del edificio no funcionaban precisamente ese día. Encima para salir tuvo que bajar a la pata coja un enorme tramo de escaleras, porque, debido a la COVID no se permitía que se cruzaran las personas que accedían al edificio con las que salían, y la puerta de salida no tenía rampa, solamente escaleras. Juan estaba un poco indignado, porque una persona con problemas más graves de movilidad que los suyos lo hubiera pasado realmente mal.

Para colmo de males María le pidió a su amigo Omar, que era también vecino suyo y trabajaba cerca de donde ella tenía la oficina, que le hiciera el favor de acercarle a su jefe los partes de baja que le había dado el médico de cabecera. Omar le hizo el favor, y como era una persona que siempre se tomaba las cosas con humor le contó, partiéndose de risa, lo difícil que fue entregar en mano a alguien de su departamento los dichosos documentos. Los vigilantes de seguridad le pararon en la puerta y le preguntaron hasta la fe de bautismo para dejarle entrar (“lo cual está bien, buenas medidas de seguridad”, dijo Omar), pero es que luego en los pasillos le pararon también un par de veces para preguntarle quién era y a dónde iba. “Seguro que si hubiera ido de traje no me hubieran parado tantas veces, con una o dos hubiera bastado. Así parecería menos moro, tendría que haberme puesto traje”. María se rió con las bromas de Omar, pero cuando se marchó se quedó fatal… ¿De verdad le habían parado tantas veces por su aspecto y por su ropa?

También llamó a María su compañera Tania para contarle que habían ascendido a un compañero a Jefe de Servicio, en lugar de a la chica que había estado haciendo las funciones durante unos meses y lo había estado haciendo muy bien. “Al final siempre cogen a los chicos, ¿eh?”. María se puso a pensar y era verdad que en su departamento había más jefes que jefas, estando la plantilla compuesta realmente por más mujeres que hombres en general. Pero sí, los puestos superiores estaban casi todos ocupados por hombres. Un poco como había visto cuando había trabajado en la privada. Tania también le contó que había pedido acogerse al permiso de una hora de ausencia retribuida por cuidado de un menor de 12 meses del que disponían en su Administración, y que con ese cuento le habían quitado un proyecto que estaba haciendo y del que estaba bastante orgullosa. “No te creas que es tan fácil conciliar”, le dijo, “aunque sea tu derecho”.

Así que, no, la cosa no estaba tan bien. Pero ¿qué podía hacer, por ejemplo, María, desde su pequeña posición en esa enorme maquinaria que era su administración? Una maquinaria que no estaba tan actualizada ni engrasada como parecía.  

¿Era posible hacer algo?

María decidió que, en su pequeña parcela, lo intentaría.

Procuraría no tratar de distinta forma a las personas, compañeros o administrados, simplemente por su ropa, su acento o su color de piel.

Sugeriría que se revisara el asunto de los accesos a su edificio. También sugeriría que se revisara la accesibilidad de la web, y el formato de los formularios.  

Se sumaría a una campaña de firmas que había en marcha para procurar que los bancos y las administraciones habilitaran de nuevo los canales tradicionales para poder atender a personas mayores y otros colectivos.

Intentaría apoyar a sus compañeras para que pudieran optar a mejores puestos, procurando ayudarlas en lo que pudieran necesitar.

Se mostraría comprensiva con las situaciones familiares o problemas de salud de los demás. No pondría mala cara cuando tuviera que finalizar el trabajo de su compañero ausente, porque su hijo se hubiera puesto enfermo, o por haberse puesto enfermo él mismo.

¿Serviría de algo? Lo malo se contagia, pero también lo bueno, aunque cueste un poco más.

Un granito de arena y luego otro, y luego otro más… Al final son una montaña.



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